Aún previendo una desaceleración respecto a años anteriores, el crecimiento de la economía argentina osciló el 5,2% durante la primera mitad del año, en Brasil fue apenas del 0,8%, en Estados Unidos del 2% y en Alemania del 1,3%. Las paritarias cerraron con aumentos salariales superiores al 20%, se preservan los puestos de trabajo y los niveles de consumo masivo. Datos recientes indican que la deuda pública bruta (interna y externa) descendió al 41,8% respecto al Producto Bruto Interno, el nivel más bajo desde 1999. Es bueno recordar que esa deuda en el año 2002 representaba el 160% de nuestro PBI. Sin obviar las dificultades objetivas, podemos afirmar que han fracasado las acciones y operaciones del establishment que planificaban para estas alturas un contexto de caos económico, político y social en nuestro país.
El gobierno supo anticiparse a los coletazos de la crisis adoptando una batería de medidas que mantuvieron en movimiento la actividad económica: hablamos del control al precio del dólar; los límites impuestos a las importaciones previniendo una avalancha del exterior; el plan para la construcción de 400 mil viviendas; los créditos para los jubilados; la recuperación de YPF que acaba de decidir que reinvertirá prácticamente la totalidad de sus ganancias del 2011; y la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, que debutó con la disposición de que los bancos destinen el 5% de sus depósitos -alrededor de 15 mil millones de pesos- para créditos a la producción. En este escenario, se destacó aún más el rol de Cristina en el terreno de la política exterior, consolidando los acuerdos políticos con nuestros principales socios comerciales, en particular China y Brasil, y desempeñando un rol determinante en la decisión estratégica de incorporar a Venezuela al MERCOSUR. Así la región fortalece sus posiciones frente a los golpes del imperialismo y de la crisis del neoliberalismo.
Quien todavía muestra reales dificultades para constituir una opción política de cara hacia el futuro es la derecha de nuestro país. Los intentos desestabilizadores de los últimos meses no encontraron el respaldo social buscado, se toparon con un gobierno dotado de una mayor capacidad y a Cristina afrontando con serenidad cada una de las provocaciones sin perder en ningún momento la iniciativa ni el control de los tiempos políticos. Probaron con Macri, pero su brillo no logra trascender la General Paz. Hugo Moyano conserva su poder de daño pero difícilmente logre imponerse como cabeza de la oposición.
El liderazgo de Cristina se consolida en el seno del PJ, a partir de la hegemonía del peronismo kirchnerista. El caso de Daniel Scioli, que algunos presentan como alternativa de un peronismo con rasgos conservadores, conlleva en realidad los riesgos de representar una parte del neoliberalismo.
Crece la disposición de avanzar en el llamado de Unidad y Organización del kirchnerismo realizado el 27 de abril en Vélez. Ahí se orientó a la construcción del Frente Nacional, Popular, Democrático y Latinoamericanista, que incorpora a otros sectores políticos y sociales provenientes de diversas identidades, que reconocen el rol mayoritario e insustituible del peronismo, pero concientes de que con el peronismo sólo no alcanza para defender y profundizar el rumbo iniciado en el 2003.
El acto de Clausura del Plenario Nacional de Delegados del PCCE (ver suplemento especial) ratificó la decisión de los comunistas de hacer los esfuerzos necesarios para crecer más y poder así aportar más en este camino que tantas conquistas y reparaciones históricas devolvió a nuestra Patria.
